Hace ya 50 años que se empezaron a producir en serie las cintas magnéticas en Alemania. Sencillas, baratas, y más pequeñas que los discos de vinilo, empezaron a revolucionar la forma en la que escuchábamos la música, pasando de fija a portátil.
Porque el radiocassette que se utilizaba para escuchar y grabar estas canciones, pronto se volvió viajero, y la gente empezó a sacarlo a la calle, a llevarlo a la plaza del pueblo, a colgarlo del toldo del mercado. Incluso a la playa, donde algunos no dejaban escuchar el murmullo del mar… Podías montar el guateque en casi cualquier parte.
En EEUU se volvió elemento indispensable de la estética, primero hippie y luego underground. No faltaba en ningún campo de baloncesto de los barrios negros o latinos, a juzgar por el cine americano.
Y cuando Sony creó el walkman, la música se volvió de bolsillo, como parte del equipo de cualquier corredor. Con los auriculares, una nueva forma individual de aislarse y soñar.
En Europa y España, también fue de uso generalizado, y pronto se pasó de llevarlo con pilas en el mítico 600, a llevarlo incorporado en el salpicadero. Cómo molaba, y con altavoces enormes para volver loco al personal…
La facilidad de su uso, poder grabar directamente de la radio, aun cuando nuestras canciones favoritas estuviesen cortadas con la voz del locutor, era un trabajo artesano que nos embargaba. Las intercambiábamos con los amigos, en un sinfín de idas y venidas de fans.
Ahora, olvidadas en un cajón, rara vez nos acordamos de ellas. Pero me resisto a tirarlas. Son resistentes y siguen funcionando a pesar del trasiego de mudanzas y del tiempo. De vez en cuando pongo una, me gusta especialmente las grabadas, pues nunca apuntabas todo y te llevas auténticas sorpresas. A ver qué grabé aquella vez, en aquel año… , ah, sí, yo estaba en BUP…
Pero si es… ¡No me lo puedo creer! Es genial volver a escucharlo...
Porque el radiocassette que se utilizaba para escuchar y grabar estas canciones, pronto se volvió viajero, y la gente empezó a sacarlo a la calle, a llevarlo a la plaza del pueblo, a colgarlo del toldo del mercado. Incluso a la playa, donde algunos no dejaban escuchar el murmullo del mar… Podías montar el guateque en casi cualquier parte.
En EEUU se volvió elemento indispensable de la estética, primero hippie y luego underground. No faltaba en ningún campo de baloncesto de los barrios negros o latinos, a juzgar por el cine americano.
Y cuando Sony creó el walkman, la música se volvió de bolsillo, como parte del equipo de cualquier corredor. Con los auriculares, una nueva forma individual de aislarse y soñar.
En Europa y España, también fue de uso generalizado, y pronto se pasó de llevarlo con pilas en el mítico 600, a llevarlo incorporado en el salpicadero. Cómo molaba, y con altavoces enormes para volver loco al personal…
La facilidad de su uso, poder grabar directamente de la radio, aun cuando nuestras canciones favoritas estuviesen cortadas con la voz del locutor, era un trabajo artesano que nos embargaba. Las intercambiábamos con los amigos, en un sinfín de idas y venidas de fans.
Ahora, olvidadas en un cajón, rara vez nos acordamos de ellas. Pero me resisto a tirarlas. Son resistentes y siguen funcionando a pesar del trasiego de mudanzas y del tiempo. De vez en cuando pongo una, me gusta especialmente las grabadas, pues nunca apuntabas todo y te llevas auténticas sorpresas. A ver qué grabé aquella vez, en aquel año… , ah, sí, yo estaba en BUP…
Pero si es… ¡No me lo puedo creer! Es genial volver a escucharlo...